martes, 10 de mayo de 2011

Un Sueño de niño......Museo Interfuerzas Santa Romana

Por Daniel Gallo


LA NACION


El hombre cumplió su sueño de armar un museo. Pensó que era hora de dar una alegría al corazón después de cuatro by-pass y empezó su tarea de coleccionista. Primero fueron unos vagones ferroviarios adquiridos como chatarra en remates públicos.
Emilio Luis Magnaghi se entusiasmó. Abogado mendocino, empresario con intereses agropecuarios en San Luis y en la distribución de energía en Godoy Cruz, avanzó sobre otra de sus pasiones: la historia de las Fuerzas Armadas. Consiguió acuerdos oficiales y transferencias en comodato de material en descarte para reparar. Y hoy, el museo aeronáutico en la estancia Santa Romana puede mostrar aviones de combate Mirage, A-4B, Pucará, Tracker, Mentor y Sabre, entre otros.

Tanques Sherman y otros vehículos blindados usados por el Ejército Argentino están en un pabellón cercano en la estancia, en el municipio puntano de Justo Daract. De ese lugar y de pueblos cercanos, incluso de Buenos Aires y Córdoba, llegan al lugar chicos de colegios. Por ahora, esos alumnos son los privilegiados que pueden acceder al complejo de 2000 hectáreas antes de su inauguración oficial prevista para el año próximo. Hasta se proyecta una maqueta a escala natural del entonces buque insignia argentino: el portaaviones 25 de Mayo, de 226 metros de largo.

"Esto no es de un estanciero que tiene un museo, sino que estará abierto a todos. Además, es una forma de cuidar el patrimonio", relató Magnaghi a LA NACION, mientras se avanza en el tren privado por el trayecto del casco de la estancia hacia el museo aeronáutico. La emblemática figura de Walt Disney recorre la conversación. Se habla de concretar un sueño, de la posibilidad de un parque temático.

"Hay que tener en cuenta que la mayoría de los chicos que pasaron por acá no se habían subido antes a un tren. Se asombran. Puede parecer increíble en la capital, pero en el interior hay una generación que crece sin tren", relató el empresario que, entre otras inversiones, figura como presidente de la cooperativa de energía de Godoy Cruz, el municipio de Mendoza donde nació.

Algunos trenes son de Magnaghi y las usa a voluntad. En otros casos, se trata de material de valor histórico cedido para su reparación y preservación. En este último rubro se incluye el coche presidencial 02. Se reconstruyó su estructura para recrear el uso que en 1947 le dio el entonces presidente Juan Domingo Perón, cuando visitaba el interior y hablaba desde el estribo a las muchedumbres junto a su esposa María Eva Duarte.

La estancia posee un taller ferroviario, donde se realizan las restauraciones. A finales de los 90, Magnaghi compró unos 80 vagones en remates. Por entonces, no sabía para qué los usaría, pero no quería que fueran convertidos en chatarra. El tiene una relación emotiva con el tren.

"Mi familia no tenía muchos recursos, y de chico jugaba con los trenes que me prestaban mis amigos", recuerda Magnaghi. Aunque su padre luego fue concejal en Godoy Cruz, Magnaghi asegura que el lema familiar era "Uñas limpias y manos cortas", por lo que no hubo indebido usufructo de la política, y en la adolescencia tampoco supo de abundancia. Becado, pudo hacer el nivel secundario de estudios en el Liceo Militar General Espejo. De la misma forma, completó su formación como abogado.

"El padre de un compañero era financista y, al recibirnos, nos pasó 5000 juicios. Con eso empecé", cuenta el empresario. La primera compra fue un tren eléctrico: el juguete postergado. Ese tren daría paso con los años a formaciones verdaderas, a estos 11 km de vías instaladas hoy en su propiedad.

En el museo aeronáutico, esperan aviones que años antes estaban en olvidados depósitos de la Fuerza Aérea. Por los convenios que logró, Magnaghi interviene esas aeronaves que estaban destinadas a oxidarse y que ahora son la historia; aviones, pues, similares a ellos participaron de la Guerra de las Malvinas.

Recuerda que Justo Daract fue un nudo central del trazado ferroviario argentino. Y Magnaghi espera algún día cumplir allí otro de sus grandes ilusiones: unir sus vías con la red que mantiene formaciones de carga para, peajes pagados como en cualquier autopista, poder viajar hacia el Sur en su propio tren: el que deseó cuando era niño.



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